La Guerra Civil Española (1936-1939): causas, desarrollo y consecuencias

La Guerra Civil Española (1936-1939)

Causas de la Guerra

La Guerra Civil Española abarcó del 18 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939, y fue el enfrentamiento entre dos bandos contrarios: los llamados nacionales y los republicanos. Las elecciones del 16 de febrero de 1936 dieron el triunfo a la Frente Popular. El día 19, Azaña formó nuevo Gobierno compuesto solo por republicanos de izquierda, conforme a lo pactado antes de las elecciones. Su objetivo era retomar las reformas emprendidas en el primer bienio. En abril, el presidente de la República, Alcalá Zamora, fue destituido por las nuevas Cortes. En su lugar fue elegido Manuel Azaña, mientras que Santiago Casares Quiroga fue nombrado presidente de Gobierno.

El Gobierno de la Frente Popular inició la puesta en práctica de su programa de forma inmediata. A pesar de la rapidez en la aplicación de las reformas, para los sindicatos y los partidos obreros había que ir mucho más rápido, no solo en el tiempo de aplicación, sino en el fondo de la reforma, es decir, creían llegado el momento de poner en práctica la esperada revolución social. Por el contrario, Falange incrementó su afiliación y puso en práctica la dialéctica de los puños y las pistolas con la finalidad de provocar a las organizaciones de izquierdas, estrategia que llevó al cárcere, en marzo de 1936, a Miguel Primo de Rivera y a la prohibición de la actuación de su partido en la vida pública.

La violencia fue en aumento; los atentados de uno y otro signo (bombas, tiroteos, paseos) eran continuos y las huelgas y los disturbios crecientes. El problema del desorden público fue empleado por los grupos de derechas para desacreditar al régimen republicano y al Gobierno de la Frente Popular. La derrota de las derechas y el miedo a la revolución social estimuló la elaboración de proyectos golpistas de carácter militar con la intención de acabar con el Gobierno de izquierdas. Los grupos conservadores vieron en el ejército el único medio que podía hacer frente a lo que consideraban la amenaza del comunismo; para materializarlo contaron con el apoyo de varios oficiales, muchos de ellos pertenecientes a la Unión Militar Española. Bajo la dirección de Emilio Mola, los militares golpistas fueron concretando las acciones y el papel de cada uno de ellos. El plan general consistía en que el ejército de África fuese el primero en sublevarse, secundado luego por levantamientos graduados en la Península en las veinticuatro o treinta y seis horas siguientes.

El día 12 de julio un comando de extrema derecha asesinó al teniente de Guardia de Asalto y militante de izquierdas, José Castillo; como represalia, al día siguiente, un grupo de Guardias de Asalto, asesinaron al diputado Calvo Sotelo. Su entierro no fue solo una manifestación política, sino una declaración de guerra por parte de los enemigos de la República.

Desarrollo de la Guerra

Tras la sublevación en Melilla, las tropas de la Legión dominaron rápidamente la situación en Marruecos. En la madrugada del día 18, Franco felicitó a los sublevados, se autoproclamó jefe de las tropas de África, decretó el estado de guerra en Canarias y Marruecos y se dirigió a los españoles justificando el alzamiento militar. En los días 18 y 19, al mismo tiempo que Franco se trasladaba desde Canarias hacia Tetuán para hacerse cargo de las tropas de África, en distintas ciudades de la Península los militares conjurados intentaron hacerse con el poder. En algunos casos triunfaron pero en otros las fuerzas republicanas lograron dominar a los rebeldes. En Galicia, la sublevación militar se inició el día 20. Tras breves enfrentamientos con las fuerzas leales en la Coruña, Vigo y Ferrol, los sublevados se hicieron con el control del territorio.

En la noche del 17 el Gobierno conoció la sublevación de Melilla. En la madrugada Casares Quiroga ordenó a la escuadra que bloquease el paso del Estrecho e intentó contener el golpe contado con las autoridades militares leales a la República. Sin embargo, los sublevados se hicieron en diferentes ciudades con el control de los cuarteles y fusilaron a los mandos republicanos. Ante la extensión del golpe, el 18, dirigentes del PSOE, UGT y la CNT pidieron al Gobierno que entregaran armas a las organizaciones obreras para hacer frente a los militares rebeldes. Casares Quiroga se negó convencido de que las fuerzas obreras, con el pretexto de apoyar al Gobierno, no tardarían en suplantarlo y las emplearían para hacer la revolución social. En la madrugada del día 19, en un intento de parar el golpe, Azaña decidió aceptar la dimisión de Casares Quiroga y nombrar a un republicano moderado, Diego Martínez Barrio, para que formase un gabinete de conciliación y negociase con los militares rebeldes. Las conversaciones fracasaron, por la negativa de los generales rebeldes, y también dimitió. Después, Azaña, en ese mismo día, nombró a José Giral presidente del Gobierno; contando con el apoyo de las fuerzas de la Frente Popular, decidió entregar armas a las organizaciones proletarias, para hacer frente a la sublevación, aún con el riesgo de que estas impusieran la revolución.

Los bandos enfrentados

Los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil española entendían de modo opuesto su participación en el conflicto.

  • Para los protagonistas de la sublevación, esta fue definida como un Alzamiento Nacional de apoyo espontáneo, popular y cívico-militar, protagonizado por los sectores defensores de la religión católica, la unidad de la patria, la propiedad privada, que se sentían amenazados por los extremismos de izquierdas. 
  • Para el Gobierno de la República y las fuerzas de la Frente Popular que lo apoyaban, la acción de los militares no era más que una rebelión contra el orden legalmente establecido y contra las reformas que se reiniciaron a partir de febrero de 1936.

Las fuerzas políticas, económicas y sociales tuvieron que posicionarse a favor de uno de los bandos en conflicto desde el inicio de la guerra:

  • A favor de la República estuvieron: la mayoría de los generales del ejército de Tierra, la marinería, la aviación, la Guardia de Asalto, las masas obreras urbanas de las ciudades industriales, los jornaleros del sur de la Península y la pequeña burguesía urbana. 
  • A favor de los sublevados estuvieron: una parte de los generales, oficiales intermedios del ejército de Tierra, la Guardia Civil, los falangistas, los requetés, las masas católicas y conservadoras, los pequeños y medianos propietarios agrícolas.

Desarrollo de la guerra

Es una guerra que mezcla formas de combate arcaicas con otras nuevas: el combate cuerpo a cuerpo, la ocupación del terreno palmo a palmo, el escaso equipamiento del soldado… contrastan con la movilidad de algunas acciones, con el combate de tanques y carros blindados y con los bombardeos a la población civil. En el bando republicano la guerra tuvo también un elevado componente popular y revolucionario favorecido por la descomposición del ejército. El pueblo, a través de las organizaciones obreras, tomó las armas, creó sus propias milicias populares y marchó a combatir a las frentes, pero con escasa organización, disciplina y estrategia. Las necesidades del combate trajeron consigo tanto la unificación y coordinación de las milicias en un nuevo ejército popular como la aparición de numerosos mandos procedentes de filas obreras.

Intervención extranjera

La guerra originó implicaciones internacionales inmediatas. Las tensiones políticas e ideológicas existentes en los países europeos se vieron reflejadas en los acontecimientos que se vivían en España, y tanto los gobiernos como la población tomaron posición a favor o en contra de la rebelión. Los dos bandos enfrentados pidieron ayuda en material bélico: el Gobierno de la República, a Francia; Franco y Mola, a Hitler y Mussolini.

Tratando de evitar que la guerra española se convirtiese en un conflicto internacional, las principales naciones europeas acordaron en Londres no tomar parte en el conflicto y constituir un Comité de No Intervención. Estos acuerdos implicaban la prohibición de enviar hombres y armas a ninguno de los dos bandos, pero solo fueron cumplidos por Gran Bretaña y Francia. Estados Unidos no intervino de forma oficial, pero aceptó la salida de armas y de petróleo para ambos bandos, siempre que los suministradores fuesen empresas privadas, y favoreció la ayuda de voluntarios. 

Ayudas al bando nacional:
  • Alemania prestó un importante apoyo en efectivos militares, conocida como Legión Cóndor, que fue clave en los primeros días de la guerra, y decisiva para el bombardeo de posiciones republicanas. A cambio de esa ayuda, Franco se comprometía a firmar un acuerdo económico por el que al final de la guerra España pagaría con concesiones de explotaciones de materias primas.
  • Italia ayudó también con material bélico a controlar estratégicamente el Mediterráneo. Envió un grupo de voluntarios conocidos como los Camisas Negras.
  • Portugal facilitó el paso de armas y víveres y envió 10.000 hombres, conocidos como los Viriatos.
Ayudas al bando republicano:
  • Francia, tras su adhesión al Comité de No Intervención, prohibió la venta de armas y material de guerra y la ayuda pasó a tener carácter particular.
  • Gran Bretaña temía un conflicto internacional si intervenía, y formaba parte del Comité de No Intervención, del cual fue la máxima defensora de su cumplimiento.
  • México ayudó con un fuerte respaldo diplomático y de acogida y amparo a los republicanos.
  • La Unión Soviética: su ayuda se concretó especialmente en el envío de asesores militares y en la venta de armas pagadas con el oro del Banco de España.
  • Las Brigadas Internacionales: fueron formaciones militares constituidas por voluntarios extranjeros que combatieron en las filas del ejército republicano. Las organizaciones obreras y sindicales enviaron ayudas de todo tipo y muchos hombres y mujeres llegaron a España, desde octubre de 1936, para combatir en favor de la democracia y contra el fascismo, estimulados por la Internacional Comunista.

Consecuencias de la guerra

El saldo de la guerra fue muy negativo a todos los niveles: el número de muertos entre combatientes y la retaguardia, fue, por lo menos, de 600.000, a los que hay que añadir el ingente número de heridos y mutilados. Las destrucciones y daños materiales fueron enormemente cuantiosos y afectaron especialmente a las ciudades y zonas industriales. Los niveles de producción se redujeron notablemente. El desarrollo económico iniciado a finales del siglo XIX quedó truncado y tendrían que pasar varias décadas para recuperar los índices anteriores a la guerra. Miles de españoles marcharon hacia el exilio y en España se instauró un régimen dictatorial que duraría cuarenta años.