Hoy en día, las evidencias fósiles y arqueológicas, los conocimientos anatómicos y estratigráficos, etc., que poseemos, nos permiten elaborar, en líneas generales, la siguiente hipótesis científica sobre nuestro particular proceso evolutivo:
A partir de los primitivos primates adaptados a la vida arborícola, y debido probablemente a un cambio climático (documentado geológicamente) que provocó la disminución de los bosques tropicales (documentación fósil), surge un grupo que se adaptó a la vida en las sabanas boscosas (documentación fósil), en las que no sólo se desplazaban pasando de una rama a otra de los árboles, sino también por el suelo, ya que había numerosos claros separando unas masas boscosas de otras.
Con la acentuación del cambio climático (documentado geológicamente), el anterior grupo se bifurca en otros dos, según la acentuación de las tendencias arborícolas o esteparias, dando lugar por una parte a los actuales monos antropomorfos (gorila, chimpancé, orangután), y, por otra, a los homínidos de los cuales procedemos.
¿Qué cambios favoreció la Selección Natural en este grupo “recién llegado” a la estepa o sabana que le permitieron adaptarse a ese nuevo ambiente?
Para responder a esa pregunta tenemos que hacer algunas consideraciones previas; por lo pronto, en la sabana era vital la rapidez en la carrera (para poder cazar o evitar ser cazado), para lo cual sus extremidades no estaban adaptadas (compara, p.ej., las extremidades de un mono con las de una gacela o las de un caballo). La Selección Natural favoreció a aquellos grupos que desarrollaron la marcha bípeda como solución a dicho problema, la mejor solución dada la estructura de nuestro esqueleto (de hecho, somos los Primates que mayor velocidad podemos alcanzar en carrera libre).
El bipedismo trajo aparejada, además, otra ventaja importante, la de poder ver a más distancia, ya que los ojos estaban situados a más altura.
Esqueleto de mono superior y de hombre. En los monos superiores los brazos son más largos que las piernas; en el hombre sucede lo contrario. La pelvis larga y recta del mono superior suministra un apoyo a la locomoción cuadrúpeda; la pelvis ancha y corta del hombre se curva hacia atrás y lleva la columna y el dorso en posición bípeda, (Según Waíhburn, 1960
El hecho de la adopción de la posición vertical trajo aparejados otra serie de cambios; así, veamos lo siguiente:
Según vemos en la figura anterior, el agujero occipital, lugar de unión del cráneo con la columna vertebral, permite poner en contacto la masa encefálica (del interior del cráneo) con la médula espinal (del interior de la columna vertebral). Todos los animales tienen el agujero occipital en la parte posterior del cráneo, pero en nuestra especie, sin embargo, ha ido desplazándose (documentación fósil) hasta situarse en su base. Evidentemente, la Selección Natural favoreció
dicho desplazamiento, o, dicho de otro modo, de todos los homínidos, aquellos que seguían “mirando al cielo” (ver siguiente ilustración) tenían más dificultades en lograr comida y más facilidades en ser comidos, ya que no podían ver a tiempo a sus depredadores, mientras que aquellos otros que tuvieran el agujero occipital situado algo más abajo estaban en condiciones mucho mejores tanto para obtener comida como para huir de los enemigos, por lo que, obviamente, a la larga dejaban más descendencia que los primeros y esos descendientes poseían las mismas características que sus padres, es decir, el agujero occipital situado cada vez más hacia abajo:
El desplazamiento del agujero occipital trajo consigo el incremento del volumen craneal y, con ello, el aumento de la masa encefálica (cerebro, etc.), tanto desde un punto de vista cuantitativo (mayor cantidad de células y conexiones nerviosas) como cualitativo (desarrollo de la inteligencia, memoria, etc.).
Además, los quiridios anteriores, capaces de coger y manipular cosas, heredados de los antecesores arborícolas, al quedar liberados de la función locomotora (no se utilizaban como “patas”) pudieron ser utilizados para otras actividades, actividades que nos permitieron más adelante, adaptarnos eficazmente al medio.
ANTEPASADOS DIRECTOS Y PARIENTES COLATERALES MODERNOS DEL HOMBRE
ESPECIE | PRIMER ESPÉCIMEN | VOLUMEN ENDOCRANEAL | ESTATURA Y PESO | COMENTARIO |
---|---|---|---|---|
Australopithecus robustus (se incluyen el Paranthropus y el Zinjanthropus) | 3,5 m. de a. | 500-550 c.c. | 1,5m. 40-60 Kg. | Poderoso aparato masticatorio; cresta sagital, probablemente vegetariano rígido; bípedo imperfecto; ausencia de frente; habitat: bosque y monte bajo. No asociado con herramienta alguna. |
Australopithecus africanus (australopiteco grácil) | 6 m. de a. | 430-600 c.c. | 1-1,25 m. 20-30 Kg. | Caninos e incisivos más poderosos; probablemente omnívoros; bípedo imperfecto; frente incipiente; habitat: zona de bosque y matorral. Útiles de piedra y hueso. |
Homo habilis | 3,7 m. de a. | 500-800 c.c. | 1,2-1,4 m. 30-50 Kg. | Frente prominente. Claramente omnívoro. Completamente bípedo. Habitat: sabana. Útiles de piedra. Posible constructor de habitáculos. |
Homo erectus (Pitecántropo) | 1,5 m. de a. | 750-1250 c.c. | 1,4-1,8 m. 40-80 Kg. | Frente prominente. Claramente omnívoro. Completamente bípedo. Habitat vario. Diversidad de herramientas de piedra. Invención del fuego. |
Homo sapiens | 0,2 m. de a. | 1100-2200 c.c. | 1,4-2 m. 40-100 Kg. | Frente prominente. Claramente omnívoro. Completamente bípedo. Habitat global. Herramientas de piedra y metal. Material químico, electrónico y nuclear. |
Gráfico que representa la evolución de la capacidad craneana del hombre a lo largo de 3 millones de años, capacidad que, en este lapso, ha aumentado un 200%.
Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que, a pesar de la locomoción bípeda, nuestros antepasados, en comparación con los demás animales de la sabana se encontraban en desventaja. Así, comparémoslos con otros animales bien adaptados a ella:
- la gacela, herbívoro no muy grande pero extraordinariamente veloz;
- el búfalo, herbívoro de tamaño mayor, menos veloz pero más imponente, armado como está con importantes defensas, los cuernos;
- el guepardo, depredador rapidísimo armado con imponentes garras y colmillos.
La sabana del África oriental cerca del paso de Olduvai hace unos millones de años. A la derecha del dibujo, en primer plano, se distinguen tres homínidos, tal vez australopitecus o especímenes de Homo habilis. El volcán en activo que se divisa al fondo corresponde al actual monte Ngorongoro.
Los antepasados de nuestra especie, pues, al “bajar” a la sabana se encontraron en medio de un ambiente nuevo para ellos pero no para el resto de las especies que lo habitaban y que habían tenido tiempo de adaptarse a él, especies con las cuales tenía que competir o de las que tenía que defenderse. ¿Con qué contaban para ello?
Por lo pronto, tenían un tamaño apetecible como presa para cualquier depredador (como el guepardo) y ni eran suficientemente veloces (como la gacela) ni poseían
defensas eficaces frente a la depredación (como el búfalo), y, a la hora de cazar, los problemas con que se encontraban eran similares, pues ni eran especialmente veloces ni poseían elementos ofensivos adecuados para permitirles dar buena cuenta de presas de tamaño siquiera mediano, y, por otra parte, alimentarse de hierbas estando habituados a frutos, bayas y huevos, abundantes en los árboles, no era la mejor recomendación para triunfar en la dura lucha por la vida.
En esas condiciones, el papel que les tocó jugar a nuestros antepasados, al menos al principio, fue el de unos auténticos parias, alimentándose de raíces, bulbos, insectos y, cuando había suerte, de alguna pequeña presa (lagartos, insectívoros, etc.) y, eso sí, siempre con el temor de acabar siendo el bocado de algún depredador.
La Selección Natural fue eliminando a los menos adaptados, o sea, favoreciendo a aquellos que mejor desarrollaron sus únicas capacidades adaptativas, esto es:
- máxima utilización del mayor volumen de cerebro;
- uso adecuado de las manos para manejar y fabricar instrumentos;
- aumento de la sociabilidad y cooperación, lo cual permitía ser más eficaces en la defensa, caza y recolección, y dio como resultado el desarrollo del lenguaje, posibilitado, claro está por la conexión entre el aparato fonador (productor de voz) y el cerebro, y del conjunto de conductas, saberes y obras que conocemos con el nombre de Cultura.