El Arte del Siglo XIX: Un Panorama General
El arte del siglo XIX estuvo marcado por la transición entre diferentes estilos pictóricos, destacando el Realismo, el Impresionismo y el Puntillismo. Entre los artistas más influyentes de este período se encuentra Édouard Manet, una figura clave a caballo entre el Realismo y el Impresionismo. Aunque no se le considera un impresionista en sentido estricto ni expuso con ellos, a partir de la década de 1870 comenzó a emplear técnicas propias de este movimiento. Su notoriedad en los primeros años de su carrera se debió más a la controversia de los temas que representaba que a la innovación estilística. Un ejemplo de ello es Almuerzo sobre la hierba, una escena campestre en la que una mujer desnuda aparece junto a dos hombres vestidos, lo que generó un gran escándalo en su época, a pesar de que desnudos similares en obras renacentistas de Giorgione o Tiziano eran admirados. Tras un viaje a España, Manet incorporó un carácter folclórico a su pintura con obras como Lola de Valencia, influenciado por Velázquez, cuya técnica imitó en El pífano, y por Goya, cuya huella es evidente en La ejecución del Emperador Maximiliano. Más tarde, su contacto con los impresionistas llevó a una evolución técnica en su obra, aunque su temática se mantuvo realista, como puede verse en Amazona de frente o Un bar del Folies-Bergère.
Impresionismo: La Captura de la Luz y el Color
Por otro lado, Claude Monet, considerado el padre del Impresionismo, se dedicó tanto al paisaje urbano como al rural, destacando su pintura al aire libre. Su obra Impresión, sol naciente, que representa el amanecer en el puerto de Le Havre, no solo ejemplifica su búsqueda por capturar la luz y el color en un instante determinado, sino que también dio nombre al movimiento impresionista. Esta obsesión por la luz lo llevó a realizar series de un mismo paisaje en diferentes momentos del día, como en La catedral de Ruán. En sus experimentaciones, Monet comenzó a descomponer las formas, priorizando los efectos lumínicos sobre los objetos representados, lo que se aprecia en obras como El Parlamento de Londres y El estanque de Ninfeas.
Otro de los grandes exponentes del Impresionismo fue Camille Pissarro, quien evolucionó del Impresionismo al Puntillismo.
Puntillismo: El Estudio del Color
Su interés por el estudio del color lo llevó a aplicar directamente puntos de colores puros sobre el lienzo, técnica que, vista a cierta distancia, generaba mezclas ópticas en la retina. Este método se puede observar en obras como Tejados rojos y Boulevard Montmartre.
El Impresionismo en España: Joaquín Sorolla
En España, Joaquín Sorolla introdujo el valor de la luz y la ejecución al aire libre en la pintura. Su obra se caracteriza por representar escenas marineras del Levante, con títulos como Paseo a orillas del mar o Niños en la playa, así como tipos costumbristas de gran relevancia etnográfica, como en Castilla. La fiesta del pan.
Por su parte, Pierre-Auguste Renoir centró su pintura en ambientes parisinos, donde captó tanto la luz natural como los efectos de la luz artificial. A diferencia de otros impresionistas, Renoir daba mayor protagonismo a las figuras humanas que al paisaje, como se puede ver en Almuerzo de remeros, Baile en el Moulin de la Galette o El columpio. Su uso de la luz y las sombras que proyectan los árboles confiere un efecto vibrante y dinámico a sus escenas.
En cuanto a Edgar Degas, comenzó su carrera con pinturas de historia, pero posteriormente adoptó un estilo impresionista y una temática realista, enfocándose en instantes de la vida cotidiana con una pincelada suelta. Su interés por el movimiento lo llevó a representar tanto bailarinas como caballos en obras como Serie de bailarinas y Caballos de carreras en un paisaje. Además, tuvo una especial predilección por la técnica del pastel, que le permitió lograr efectos de transparencia en los tules y capturar la sensación de dinamismo en sus figuras. También incursionó en la escultura.
El Puntillismo y sus Exponentes
El Puntillismo tuvo en Georges Seurat a uno de sus principales exponentes. Fue el fundador del Salón de los Independientes, un espacio de exhibición sin jurado ni premios. Su obra maestra Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte ejemplifica su técnica de descomposición del color en pequeños puntos, al igual que El baño.
Su discípulo, Paul Signac, continuó su legado, aplicando el puntillismo incluso a la acuarela. Sus escenas portuarias, como Puerto de Marsella, destacan por la precisión en la aplicación de los puntos de color.
Más Allá del Impresionismo: Nuevas Corrientes Estéticas
Paul Gauguin es conocido por su obra que refleja dos corrientes estéticas complementarias: el Sintetismo y el Cloisonismo, que buscan simplificar las formas y utilizar colores planos, inspirados en la técnica medieval del cloisonné. En su pintura, reducía la apariencia exterior de los objetos a formas y colores puros, separadas por bordes negros, sin profundidad ni sombras, como se observa en El Cristo amarillo. Su objetivo era escapar de la civilización europea y de todo lo “artificial y convencional”, por lo que viajó a Tahití, en la Polinesia francesa, para plasmar lo exótico de la sociedad tahitiana. En su obra, adoptó la técnica del sintetismo para plantear preguntas filosóficas, como en ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? y ¿Cuándo te casas?. Entre sus obras más destacadas se encuentran La Orana María y Mujeres de Tahití.
Vincent van Gogh, a lo largo de su corta carrera de 10 años (1880-1890), produjo una gran cantidad de obras (900 pinturas y 1600 dibujos), marcadas por los lugares en los que vivió. En sus primeros años en los Países Bajos, sus colores tierra y su estilo realista estuvieron influenciados por artistas como Millet y Daumier, lo que se refleja en obras como Los comedores de patatas. Su paso por París le permitió entrar en contacto con el Impresionismo, el Puntillismo y el arte japonés (como en La gran ola de Hokusai), lo que influenció su pintura, como se ve en Retrato de Père Tanguy. En Arlés, en el sur de Francia, se dedicó a pintar todo lo que le rodeaba: paisajes, bodegones y su famosa habitación, utilizando pinceladas ondulantes y colores vibrantes como el amarillo, verde y azul, evidentes en obras como Jarrón con girasoles y La habitación de Arlés. Tras su reclusión voluntaria en un sanatorio en la Provenza debido a trastornos mentales, su estilo se caracterizó por la presencia de remolinos en sus pinturas, como en La noche estrellada. Su última etapa en Auvers-sur-Oise, cerca de París, estuvo marcada por paisajes oscuros y cielos tormentosos, como Campo de trigo con cuervos y La iglesia de Auvers-sur-Oise, reflejando sentimientos de soledad y melancolía.
Paul Cézanne, considerado el padre del arte moderno, rompió con la concepción tradicional de profundidad y tridimensionalidad. En lugar de representar la realidad de forma naturalista, comenzó a componer sus obras mediante planos superpuestos, basados en formas simples como la esfera, el cono y el cilindro. Esta técnica le permitió crear una nueva forma de pintar todo tipo de temas, desde paisajes hasta bodegones y retratos. Obras como Naturaleza muerta con manzanas y naranjas y Los jugadores de cartas son ejemplos de cómo Cézanne estructuraba sus composiciones de manera ordenada y simplificada, lo que tuvo un impacto crucial en el desarrollo del arte moderno.
Henri Toulouse-Lautrec fue un gran retratista de la sociedad nocturna y marginal parisina a finales del siglo XIX. Influenciado por Degas y sus bailarinas, Lautrec desarrolló una pintura rápida y espontánea que captaba el movimiento de los personajes y de toda la escena, como se ve en Baile en el Moulin Rouge. Aunque se destacó como pintor, su mayor éxito vino como ilustrador y dibujante de carteles publicitarios para locales nocturnos de París, como el Moulin Rouge y el Diván japonés. También diseñó portadas de novelas y carteles de obras de teatro. En sus carteles, la técnica se inspiraba en la estampa japonesa, con yuxtaposición de colores primarios, un marcado énfasis en el dibujo, perfilación negra y la planitud general de la imagen, como se puede ver en sus icónicos carteles.
Arquitectura del Siglo XIX: La Revolución Industrial y el Uso de Nuevos Materiales
A mediados del siglo XIX, como consecuencia de la Revolución Industrial, la arquitectura experimentó una profunda transformación gracias al uso de nuevos materiales como el hierro, el acero y el hormigón. Estos avances permitieron una arquitectura al servicio de las nuevas necesidades de la sociedad industrializada, marcada por una creciente concentración urbana que requería viviendas, saneamiento y mejoras en las comunicaciones, entre otros aspectos. Así, mientras los ingenieros se centraban en la practicidad y la arquitectura utilitaria, los arquitectos se inclinaban por la belleza estética en sus diseños.
Puentes Colgantes: Un Símbolo de la Innovación
Uno de los desarrollos más notables de este período fueron los puentes, especialmente los primeros puentes colgantes construidos con hierro o acero, una aleación de hierro y carbono que confiere ductilidad al material. Ejemplos emblemáticos de estos puentes incluyen:
- El Puente colgante de Menai, que une la isla de Anglesey con Gales.
- El Puente colgante de Clifton en Bristol.
- El Pont des Arts en París.
En Vizcaya, se construyó un puente sobre el Nervión para conectar los balnearios de ambas márgenes de la ría, dirigidos a la burguesía industrial y a los turistas de finales del siglo XIX.
Exposiciones Universales: Escaparates de la Revolución Industrial
Durante este período, las Exposiciones Universales se convirtieron en escaparates de la revolución industrial y la innovación tecnológica. Francia y Reino Unido, especialmente durante la época victoriana y el apogeo del imperio británico, rivalizaban en la utilización de hierro y cristal en sus estructuras. Un claro ejemplo de esto es el Crystal Palace en Londres (1851), un pabellón construido para albergar los avances de la revolución industrial. Su estructura de hierro y cristal impresionó a los visitantes, al igual que otros pabellones de la época, como el Pabellón Real de Brighton, que combinaba un exterior romántico con influencias de la India, en una arquitectura ecléctica que incorporaba diversas influencias artísticas.
En París, la Galería de Orleans dentro del Palais Royal se transformó en un moderno centro comercial, mientras que la Torre Eiffel, construida para la Exposición Universal de París en 1889, se presentó inicialmente como una estructura efímera. Aunque fue duramente criticada por su aspecto inacabado y la exposición de su armazón, con el tiempo se convertiría en uno de los símbolos más icónicos de la ciudad.
En Madrid, el Palacio de Cristal en el Parque del Retiro, inspirado en el Crystal Palace, fue construido para la Exposición de las Islas Filipinas y se destacó por sus dimensiones reducidas pero innovadoras.
Estaciones de Tren: Funcionalidad y Diseño
Otro ámbito en el que la combinación de hierro y cristal se utilizó eficazmente fue en la construcción de estaciones de tren, como las emblemáticas estaciones parisinas y la Estación de Atocha en Madrid, que siguieron el mismo patrón estructural para ofrecer espacios amplios y luminosos.