A principios del s. XX el Imperio ruso estaba regido por el zar Nicolás II de la familia Romanov. El zar poseía el poder absoluto (le provenía de Dios) y, por tanto, el régimen político era una autocracia. Él gobernaba directamente el imperio (sin Parlamento ni Constitución). Se apoyaba en una fiel burocracia, un numeroso ejército y en la Iglesia ortodoxa (pilar básico del zarismo).
La economía del Imperio era principalmente agraria. La agricultura era técnicamente atrasada, con baja producción Sigue leyendo